Me imagino que el viejo estilo de vida de la transhumancia siempre
resultó agradable y además práctico, por lo menos en economías de
pequeña escala. Dos veces al año te levantas y mueves, viajas, cambias
tu vida e incluso tu dieta — un gustillo de libertad nómada. Pero
siempre los dos mismos lugares. Un lugar es típicamente más agobiante
que el otro — el pueblo, el hogar; mientras que el otro lugar es
típicamente más salvaje que el primero, y este puede ser llamado el
lugar del Deseo, del Veraneo. En los cuentos de Finn Mac Cumal y su
banda de Fenians,(1) casi siempre nos los encontramos en el rincón más
salvaje del espectro, los matorrales, el paisaje de la caza que
“retrocede” en el tiempo hasta una dorada edad pre-agrícola, y también
“a través” del tiempo — hacia Tir nan Ong, la Tierra del Verano, reino
de Tuatha de Danaan, ambos la Muerte y el Hada.
Nos olvidamos que
los Fenians pasaban sólo medio año libres en el bosque. Eran como
transhumantes — debían trabajar (servicio militar) la otra mitad del año
para el Rey. En este sentido se parecían a los campesinos irlandeses,
que hasta hace poco practicaban la transhumancia pastoral. Los rastros
perduran hasta ahora. De hecho, el folclore irlandés, conserva la imagen
de esta libertad veraniega; de alguna manera la “Naturaleza” siempre
parece entrelazada e incluso confundida con la “Cultura” en la tradición
irlandesa (como en las zoomorfas mayúsculas del Libro de Kells), en
formas que a menudo han impresionado al observador extranjero como
únicamente irlandésas. Los colonos de Elizabeth compararon a los nativos
de Irlanda con los indios norteamericanos: — ambos percibidos como
“salvajes” — y ambos recibieron el mismo trato por parte de los
ingleses. La transhumancia otorga la oportunidad de permanecer en
contacto con la Naturaleza en su aspecto “merrie” (como lo habría
llamado Morton of Merrymoun), incluso si la economía del pueblo es
virtualmente definida por la agricultura, peonaje y trabajo forzado.
Esto explica el “radical” aspecto de la caza furtiva, desde Robin Hood a
los Black Laws, y también la humana romantización universal de la caza.
Este romanticismo comienza incluso ya en las sociedades
cazadoras/recolectoras, donde la fascinación (y la diversión) de la caza
proporciona mucha más comida para la tribu que (comparado con) la
trabajosa recolección — y el romanticismo continua hasta estos días.
Pienso en mis dos tíos menores, quienes cultivaron el country romance de
la cacería como salidos del libro de notas de Turgeniev. Me parece
imposible menospreciar este romanticismo, que se me ha aparecido tan
claramente como la última reminiscencia de libertad paleolítica en un
mundo que se rinde a la parrilla del arado — y a la carretera.
En
efecto, puede decirse que el romanticismo por sí mismo gira (si es que
no resuelve) alrededor de esta tensión en el espectro de la
Naturaleza/Cultura. Los transhumantes deben ser un tipo de románticos
prácticos, y de “esquizofrénico ambulatorio” que funciona como una
personalidad, “ruptura” entre los polos magnéticos, y deambular de un
lado a otro de acuerdo al clima.
Invierno / Verano
pueblo / montaña o bosque
trabajar / jugar
agricultura / festival
pastoreo / cacería
calor de hogar (hachas de “bothy” (la copa del verdor)
narrativa del año) aventura
ensueño /deseo
etc.
Cuando
la agricultura reproduce en sí misma, mediante un proceso de mayor
racionalización y abstracción, y crea la cultura industrial, entonces la
ruptura se ensancha más allá de la brecha. Los transhumantes perdieron
la estructura básica de su economía por cercar el campo comunal de la
aldea perdiendo los “derechos del bosque” o los tradicionales campos de
pastoreo. Los nómadas puros, quienes proporcionan (como reconoce Iben
Khaldun) una necesaria tensión dialéctica en las sociedades (agrícolas)
tradicionales, se vuelven “redundantes” en el régimen Industrial. — pero
no desaparecen. Los Juguetones y los Viajeros aún vagan por Irlanda
como en los siglos XVIII y XIV (y tal vez en la prehistoria). Pero los
transhumantes están completamente perdidos. El espacio liminal que
alguna vez ocuparon, entre el asentamiento y el nomadismo, entre la
Cultura y la Natura, ha sido completamente borrado.
El espacio
psíquico de la transhumancia, sin embargo, no puede ser erradicado tan
fácilmente. Más temprano que tarde desaparecerá del mapa pero
re-aparecerá en el Romanticismo — en el reencontrarse con el paisaje e
incluso con lo salvaje, en la “Adoración de la Naturaleza” y en la
Filosofía de la Naturaleza, en viajes a los Alpes, en el Movimiento
Parques, en picnics, en los campos nudistas, en la cabaña de veraneo,
incluso en las vacaciones de verano. Hoy en día, los “reformadores”
quieren que los chicos asistan al colegio el año entero. Y critican las
vacaciones de verano de dos o tres meses por su ineficiente vestigio de
la economía agrícola. Pero desde el (romántico) punto de vista de los
niños, el verano es libertad sagrada — una temporal (pero periódica)
zona autónoma. Los niños son trashumantes duros de matar.
Hasta
cierto punto — y desde cierto punto de vista –, ahora habitamos un mundo
“post-industrial”, y se ha apuntado que precisamente eso es, la
reaparición del nomadismo.
Esto tiene su aspecto bueno (como en
Deleuze y Guattari) y su aspecto malo — por ejemplo en el turismo. ¿Pero
en qué se ha convertido la transhumancia en este contexto? ¿Qué
situaciones pueden ser elucidadas buscando sus rastros?
Un rastro
bien claro de transhumancia psíquica se expresó por sí mismo en los
años 20’s – 50’s en Norteamérica como el movimiento de campamentos de
verano. Una gran cantidad de estos campos estuvieron inspirados por
varias progresistas y radicales tendencias — naturismo, comunismo y
anarquismo, Reicheanismo y otras escuelas psicológicas, misticismo
oriental, espiritualismo — una plétora de fuerzas “marginales”. La
utópica comuna rural, como fue la Granja de Brook, diluida en unas
baratas vacaciones para excéntricos. Durante este mismo período
incontables miles de “comunidades vacacionales” fueron creadas, con
cabinas un poco menos primitivas que las de los campamentos. Mi familia
posee una en la orilla de un putrefacto lago que las hace de balneario
en Upstate New Cork, donde todas sus calles están nombras por indígenas,
bosques, animales salvajes. Esta humilde comunidad representa la
“individualista” o emprendedora versión del comunalismo de los
campamentos de verano; pero hasta ahora sobreviven en ellos vestigios de
un espíritu comunitario temporal. En cuanto a los campamentos,
finalmente la mayoría comienza a satisfacer a los niños, esos ciudadanos
naturales del verano. Así como el precio de la pura holgazanería
hedonista subió y subió, de pronto sólo los niños pudientes pudieron
permitirse el campamento — y luego ni siquiera ellos. Uno a uno los
campamentos empezaron a cerrar, un lento declinar en los 70’s, 80’s y
90’s. Desesperadas medidas se intentan aún (”Campamento Marxista
Computacional Reconvertido”; encuentros neo-paganos y seminarios
holísticos, etc.)– pero por ahora el campamento de verano casi parece un
anacronismo.
Ahora, el campamento de verano puede ser una
extremadamente desanimada versión de la utopía de la transhumancia —
mucho menos la utopía de las utopías — Pero argumentaría que vale la
pena defenderlo, o mejor dicho, vale la pena re-organizarlo. Si la vieja
economía suspendió su apoyo, tal vez, una nueva economía pueda
visionarlo y realizarlo. De hecho, tal tendencia ya ha aparecido. Así
como los viejos campamentos de verano han caído en banca rota y
aparecido en el mercado, unos pocos han sido adquiridos por grupos que
tratan de preservarlos como campamentos (con quizá algunos residentes
permanentes), o como privadas o semi-privadas “comunas” de verano.
Algunos de estos neo-campamentos servirán simplemente de retiros
vacacionales para los grupos que los han adquirido; pero otros
necesitarán fondos adicionales, y de esta manera, serán arrastrados a
experimentar con jardineo de subsistencia, trabajos manuales, organizar
conferencias, eventos culturales, o algunas otras funciones
semi-públicas. En este último caso podemos hablar de una
neo-transhumancia, ya que el campamento no serviría simplemente como un
espacio de “ocio”, sino también como un espacio de “trabajo” para los
participantes primarios. El “trabajo” de verano parece un “juego” para
los trashumantes en comparación con las labores de la aldea. El Pastoreo
deja tiempo para algunos arcaicos placeres desconocidos para la
agricultura o la industria de tiempo completo; y la caza es deporte
puro. (Jugar es el punto de la caza; lo “cazado” es un bonus.) Un tanto
de la misma manera el neo-campamento de verano tendrá que “trabajar”
para arreglárselas, pero su labor será “auto-gestionada” y
“auto-adueñada” en mayor medida que el salario de invierno, y será un
trabajo de naturaleza “festiva” –”recreación”, ojalá en el sentido
original de la palabra — o incluso “creación”. (Artistas y Folcloristas
hacen buenos ciudadanos de verano)
Si la economía determinó la
caída del viejo movimiento de campamentos de verano, el estado jugó su
rol también: –regulaciones, restricciones, precauciones, requerimientos
de seguros, códigos, etc., ayudó a aumentar el precio real para mantener
un campamento sobre el nivel de viabilidad. Uno podría casi empezar a
sospechar que “el estado” de alguna manera sintió al movimiento de
campamentos como un vago tipo de amenaza. Por una cosa, los campamentos
escapan a la mirada fija del control cotidiano, y están alejados del
flujo de mercancías e información. Luego también, los campamentos son
sospechosamente comunales, focos de posibles resistencias a la
alienación y la atomización del consumismo y la “democracia moderna”.
Los campamentos poseen una erótica subversionalidad para ellos, como
todos los ex -camperos de verano pueden testificar, una salvajización y
una relajación del súper-ego, un aire sin reglas, de Sueño de una noche
de verano, el skinny-dipping, (2) el enamoramiento, la languidez de
julio (o febrero). El campamento no puede reconciliarse con el ideal de
la producción industrial del ocio (”paquete de vacaciones”) y la
reproducción y simulación del verano como un parque temático, el proceso
vacacional, el sistemático “vaciado” de todas las diferencias, todas
auténtico deseo.
Ya que el estado desconfía del campamento, el
neo-campismo necesitará (para estar exento de eso) cultivar ciertas
formas de invisibilidad o camuflaje social. Un posible disfraz para el
neo-campamento, no obstante, sería asumir el preciso disfraz de un
pasado de moda medio quebrado campamento de verano. Después de todo, el
campamento de verano no es ilegal, y si tu grupo puede encontrar los
requisitos de seguridad, ¿por qué no acomodarse a un arquetipo ya
existente? Siempre que no estés gestionando un campamento de niños, o un
abiertamente proclamado retiro Anarko-nudista, puede ser posible que
pasen desapercibidos como tan sólo otra pandilla de inofensivos
haciéndose-creyéndose los indios con un mes de vacaciones para
derrochar.
Mi defensa del (neo)-campismo de verano está basada en
dos simples premisas: — uno, un mes o dos de relativa libertad es mejor
que absolutamente nada; dos, es asequible. Estoy asumiendo que tu grupo
no está formado por “nómadas” o libertadores de tiempo completo, sino
por gente que necesita trabajar para vivir o que están atascados en la
ciudad o el suburbio la mayor parte del año — transhumantes potenciales.
Quieres algo más que unas vacaciones de verano — quieres una comunidad
de veraneo. Chapotear en un humilde lago Adirondack es más placentero
para ti que Disneylandia — siempre que puedas hacerlo con las personas
que quieres. Compartir los costos lo hace posible, pero también lo
transforma en una aventura de comunicabilidad y crecimiento mutuo.
Haciendo que el lugar pague por sí mismo o incluso recortando un poquito
del-libro de ingresos podrías transformar tu grupo en uno de verdaderos
neo-transhumantes, con dos focos económicos en tu vida. Incluso si
consigues un estatus legal (como un centro retiro educacional religioso
exento de impuestos, o un Campamento de verano) en tu propiedad puedes
permitirte cierto grado de privacidad que –si lo usas discretamente–
puede exceder todas las ataduras legales en términos de sexualidad,
nudismo, drogas o excesos paganos. Mientras no espantes los caballos o
desafíes los intereses locales, ustedes serán simplemente otra patota de
“veraneantes”, y es de esperarse que sean un poco extraños.
De
todas las versiones de la TAZ imaginadas hasta el momento, esta
“periódica” o estacional zona está más abierta a la crítica en tanto
paliativo social o como “Club Med Anarkista.: sin embargo, se salva del
mero egoísmo por el necesario hecho de que es auto-organización. Tu
grupo debe crear la zona — no puedes comprarla pre-empacada a alguna
agencia turística. Por lo cierto, el campamento de verano puede ser
“Revolución” social. Supongo que pudo haberse llamado
campo-de-entrenamiento para la revuelta, pero esto suena muy serio y
pretencioso. Preferiría apuntar simplemente al sentimiento de
desesperación de muchos por degustar la autonomía, en el contexto de un
válido romanticismo de la Naturaleza. No cualquiera puede ser un
neo-nómada — ¿pero por qué no al menos un neo-transhumante? ¿Qué pasa si
la revuelta no viene? ¿Nunca recuperaremos la tierra del verano, aunque
sea por un mes? ¿Nunca desaparecer de la cuadrícula aunque sea por un
momento? El campamento de verano no es una guerra, ni siquiera
estrategia — pero es una táctica. Y placer inmediato, después de todo,
sigue siendo su propia excusa.
Notas
1. N. del T. Los
fenians, «la gente de Finn », eran una banda de guerreros probados que
sólo admitían en sus filas a los valientes, los doctos y los diestros.
2.
N. del T. Skinny-dipping es el acto de ir a una piscina (o campamento) y
tener un affaire con la chica más guapa de la comarca.
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