martes, 15 de enero de 2013

Glosario no monogámico básico x Osvaldo Baigorria

Definiciones adaptadas de varios textos, entre los cuales se destaca la Enciclopedia Anarquista, Vol. 1, compilada por Sebastián Faure y editada por Tierra y Libertad, México, de donde fueron extractados los fragmentos de J. Marestan y E. Armand.

AMOR

“Apego sentimental a una persona o gusto pronunciado por una cosa. Tal es la definición de uso corriente que, sin preten­derla perfecta, parece ser la más apropiada para expresar di­versos sentimientos que, con frecuencia, tanto por su origen como por su naturaleza, no tienen casi ninguna relación entre sí. Nuestra definición no será completa si no distinguimos en­tre el amor que tiene por objeto las cosas y el amor que tiene por base a seres animados, principalmente a los seres huma­nos. Y, en este último caso, distinguir entre el amor que se sien­te por uno mismo y el que sentimos por el prójimo; entre el amor idealista, familiar o apasionado, y el amor sexual, por­que las características no son idénticas.

“El amor a sí mismo está representado por el instinto de conservación personal, con el deseo de adquirir la felicidad y de asegurar el bienestar. Lo que nombramos ‘amor propio’ es el amor a sí mismo concebido desde el punto de vista moral; es decir, el respeto a uno mismo. A medida que éste tiende a con­servar lo que hay de mejor en nosotros, aumenta la inquietud de nuestra dignidad con respecto a la apreciación que puedan tener acerca de nuestra conducta aquellos a quienes le hemos concedido estima y afecto. El amor propio y el amor a sí mis­mo no son defectos, sino grandes y fuertes cualidades que vuelven activo y de trato agradable al individuo, tanto en lo que atañe a su interés particular como, indirectamente, en lo que afecta a virtudes de utilidad social.

“Ni el amor propio, ni el amor a sí mismo deben confundir­se con el egoísmo que, desde el punto de vista de la utilidad social, no es una virtud, sino un vicio, si para la palabra egoís­mo queremos conservar la significación consagrada por el uso y no exenta de razón. En efecto, la palabra egoísmo no signifi­ca -con arreglo a su etimología- amor a sí mismo, sino sobre todo rebuscamiento de satisfacciones personales sin considera­ción a las consecuencias que esa satisfacción pueda tener para el prójimo. Definido así, el egoísmo aparece como un notable factor de tiranía y como uno de los más grandes obstáculos para la armonía social.

“El amor (y, podríamos decir, el gusto particular o la incli­nación) que tenemos por ciertas cosas, en oposición a la indife­rencia, parece provenir exclusivamente de la aversión que experimentamos hacia otras cosas, las costumbres y aptitudes trasmitidas por herencia y por sugestión de nuestra educación primera, modificadas por la propia experiencia y la influencia del medio. Este amor hacia las cosas, que parecen una prolon­gación de nuestro propio yo, o -fisiológica o intelectualmente- como un alimento en relación con nuestras necesidades, es caracterizado por el deseo de posesión, que no llega a ser un mal mientras no tome proporciones extremas, como el deseo irre­frenable de apropiación o de acaparamiento.

“Si examinamos y estudiamos el amor que experimenta­mos por los seres vivientes semejantes o cercanos a nosotros, a los cuales nos ligan simpatías, encontramos algo más que el deseo del goce por la posesión, sobre todo cuando no están en juego ni la pasión erótica ni el ardor sexual. ¿Es que no vemos con frecuencia a gentes bien modestas privarse de satisfacer necesidades perentorias para socorrer, sin ninguna certeza de reciprocidad, a gentes que viven en poblaciones lejanas a las cuales seguramente ni siquiera visitarán nunca? Es porque las costumbres milenarias de la ayuda mutua, más fuerte que las rivalidades de todo género, han establecido una solidaridad que a veces se manifiesta por actos espontáneos libres de cálcu­los, incluso entre seres que pertenecen a razas o especies dife­rentes. Y es porque las personas que amamos son como una especie de prolongamiento de nosotros mismos, y un poco in­cluso nosotros mismos. De ahí que participemos indirectamen­te, a veces de manera muy viva, en sus sufrimientos y alegrías. Y esto nos induce a considerar el amor en su forma más idea­lista: la que aspira a la felicidad propia por la conciencia de la felicidad ajena, aunque ésta se pague con el sacrificio de nues­tro propio placer o de nuestra seguridad. El instinto maternal, la amistad, el misticismo social ofrecen frecuentes ejemplos de lo que acabamos de decir.

“No podemos decir lo mismo del amor cuando es engendra­do por la atracción sexual. Esta forma del amor predispone, en efecto, a un verdadero frenesí de apropiación, a una marcadísima sed de éxtasis egoísta, a pesar de las apariencias. Cuando la vio­lencia exquisita y brutal de esos apetitos se modera, principal­mente en el hombre, es sólo porque intervienen sentimientos más durables y más dulces: el cariño compartido, la estima mutua, la comunidad de costumbres y aspiraciones. Así, según los tempe­ramentos, las circunstancias y el grado de educación, el amor sexual es susceptible de tomar las más variadas formas.

“En cualquiera de sus manifestaciones, ennoblecido por la inteligencia y el saber, o simple y llanamente en su expresión sexual, el amor debe ser libre. Se basta a sí mismo desde el instante en que sin dañar a nadie embellece nuestra existencia y contribuye a nuestra felicidad. El amor no tiene necesidad de la excusa de la procreación, que es solamente su consecuencia normal, ni de una sanción legal o religiosa, que no son más que reglamentos interesados o simples formalidades convenciona­les. El amor contiene su propia poesía y su plena justificación. El humo del incienso y la lectura monótona del código civil son incapaces de hacer nacer el amor en donde no existe, de conferirle moralidad donde no es más que asqueroso regateo. El despotismo del legislador es impotente para restablecer la unión de almas y el apetito de los sentidos en el seno del hogar donde no exista más que animosidad y odio.

“Admitir el principio de la libertad del amor es reivindicar intensamente para los demás, como para nosotros mismos, el derecho de amar a quien nos plazca, de la manera que nos plazca, sin otra obligación que la de tomar bajo nuestra res­ponsabilidad el daño que nuestra conducta haya aportado a la existencia del prójimo”.

(Jean Marestan)

BIGAMIA

Figura jurídica que describe el estado civil de una persona casada por segunda vez mientras vive el primer cónyuge. Pue­de llegar a usarse en lenguaje coloquial para designar la condi­ción de quien ha constituido dos parejas o familias, con o sin casamiento formal. En muchos casos, cuando se habla de poli­gamia o se rotula a alguien como “polígamo” en realidad se está observando que tiene una relación sexual/afectiva con dos personas.

LIBERTAD

“La libertad en el amor implica que quienes la practiquen posean una educación sexual amplia y práctica. Por libertad de amar, por amor libre, por amor en libertad y por libertad sexual, entiendo la entera posibilidad que tiene un ser de amar a otro o a varios simultáneamente (sincrónicamente), según lo empuje o lo incite su determinismo particular, sin atención nin­guna a las leyes dictadas por los gobiernos en materia de inclinaciones, a las costumbres recibidas o aceptadas como código moral por las sociedades humanas actuales. Para mí, la liber­tad del amor se concibe por encima del bien y del mal conven­cionales”.

(Emile Armand)

MATRIMONIO COLECTIVO

Un matrimonio que involucra a más de dos. Aunque no está reconocido por la mayoría de los sistemas legales y religio­sos de Occidente, aquellos que propugnan este modelo suelen realizar acuerdos que hacen funcionar la relación colectiva en forma semejante a los contratos legales del matrimonio bipersonal. El grupo vive en común, comparte una economía familiar, el cuidado de los niños y las responsabilidades domés­ticas. La forma más habitual es la tríada entre dos mujeres y un hombre o entre dos hombres y una mujer, aunque pueden exis­tir grupos más numerosos. Se diferencia de la poligamia tradicional por cierto énfasis en la paridad de varones y mujeres, por la ausencia de un referente central despótico (por ejemplo, el patriarca) y por el derecho de cada uno a retirarse de la unión libremente cuando así lo desee.

MONOGAMIA

En el mejor de los casos, una relación bipersonal basada en un acuerdo explícito de sus miembros de no involucrarse sexual/ afectivamente con otros. En el peor, una institución cerrada formalmente a relaciones externas pero en la cual uno de sus miembros (históricamente el varón) quiebra ocasionalmente las reglas que impone en forma rígida (e hipócrita) al otro miem­bro. Puede desarrollarse mediante una aceptación tácita de cier­ta “doble moral” (se condena verbalmente la infidelidad al tiem­po que se realizan prácticas adúlteras reiteradas) o finalizar cuando la ruptura de las reglas llega a un grado inaceptable (se descubre la “traición”); en este último caso, uno o los dos miem­bros de la relación podrán formar luego nuevas uniones monogámicas con otros. La mayoría de los sujetos en la socie­dad contemporánea vive en un estado de monogamia secuencial, que implica varias uniones y rupturas de corazón a lo largo de una sola vida.

ORGÍA

Fusión ilimitada de cuerpos que se pierden unos en otros, en un espacio y tiempo excepcionales, donde se trasgreden las prohibiciones y normas habituales del orden social y familiar. Puede incluir la alteración de las reglas del coito habi­tual entre órganos genitales para abrirse al contacto e inter­cambio polimorfo de fluidos entre cuerpos. Ésta sería la acep­ción más estricta, pero también se la ha asociado con ceremo­nias o ritos arcaicos para asegurar la fecundidad de los cam­pos en sociedades agrarias. Esta última interpretación fue cues­tionada por Georges Bataille, para quien la orgía organiza un desorden de tipo sagrado, que no toma en cuenta las conse­cuencias sobre el mundo del trabajo. El término en sí tuvo diversas atribuciones de sentido según las épocas, llegando incluso a representar un tipo de fiesta con altos grados de ebriedad y descontrol, sin carácter sexual explícito. En las últimas décadas del siglo XX, términos como “cama redon­da”, party o simplemente “fiesta” fueron utilizados como sinónimos por distintos grupos, al mismo tiempo que el carác­ter orgiástico pudo resultar empobrecido o extremadamente limitado por pautas para regular el deseo en los encuentros colectivos (por ejemplo, prohibir o evitar caricias y otros con­tactos entre machos, como ocurre en la escena clásica de la pornografía heterosexual).

PAREJA ABIERTA

Noción de cierta circulación mediática durante las décadas de 1960/70. Puede considerarse que una pareja es “abierta” si existe acuerdo entre sus miembros de que es aceptable involucrarse sexual y/o afectivamente con alguien aparte de esa relación. Suelen negociarse normas específicas según las necesidades de cada pareja, o al menos de uno de sus miem­bros. Por ejemplo, alguien puede requerir notificación previa de cualquier relación exterior que establezca su compañero/a. O puede pedir “no me digas nada”; es decir, aceptar las rela­ciones exteriores pero rehusar todo intercambio de informa­ción en torno de ellas (“ojos que no ven, corazón que no sien­te”). O puede negociarse que alguien se involucre sexual y/o afectivamente con otro/a fuera de la pareja sólo cuando estén todos presentes (“lo hacemos todos juntos o nada”), como los swingers. Algunos tendrán reglas estableciendo poder de veto sobre nuevos amantes (jerarquizando al o a los amantes más antiguos); otros acordarán cuánto tiempo puede pasar cada uno con sus amantes (noches enteras o parciales, fines de se­mana, etc.). Estas y otras restricciones sobre la relación, aun­que necesarias para el mantenimiento del orden afectivo, redu­cen el alcance del carácter libertario que puede sugerir el epíte­to “abierto”.

POLIANDRIA

La posibilidad de tener varios maridos. Proviene de la botánica, como condición de la flor que tiene muchos es­tambres.

POLIFIDELIDAD


Pauta normativa para una relación cerrada que involucra a más de dos personas. Por ejemplo, un grupo de cuatro limita la relación sexual/afectiva para que ocurra sólo entre ellos (son “fieles” al grupo). Como concepto, se hizo célebre durante 1970/ 1980 gracias a la comuna Kerista, de San Francisco, que con­sistió en varias viviendas grupales que seguían este modelo. Se la asocia con el neologismo inglés poliamory, que refiere a la posibilidad de tener muchos amores y que puede ser definido como la filosofía y la práctica de amar a más de una persona a la vez.

POLIGINIA

La posibilidad de tener varias esposas, según la acepción botánica que define así a la flor con muchos pistilos (hembras).

POLIGAMIA

La posibilidad o el derecho de casarse, unirse, convivir o asociarse sexual/afectivamente con un número indefinido de personas. Históricamente ha sido asociada con el derecho mas­culino excluyente de poseer varias mujeres (ver poliginia) y con la dominación patriarcal. Sin embargo, se ha extendido su acep­ción al régimen de relaciones en el que una mujer está vincula­da con dos o más varones (poliandria) o con dos o más muje­res, así como a la situación en la que el varón está vinculado con dos o más varones: la práctica no se encuentra hoy del todo limitada por definiciones de género.

PROMISCUO/A

Se dice del sujeto que mantiene relaciones sexuales con va­rios. Con frecuencia de carácter denigratorio, el epíteto está asociado con una mezcla confusa e indiferente. La promiscui­dad en el sentido de múltiple convivencia con personas de dis­tinto sexo se origina probablemente en la trasgresión a la anti­gua regla católica de mezclar carne y pescado en una misma comida durante los días de cuaresma y otros períodos: promiscuar sería mezclarse y participar en cosas heterogéneas u opuestas.

PRIMARIA O PRINCIPAL, RELACIÓN

Una relación primaria o principal es aquella considerada la más importante para uno/a y por lo general supone cierto gra­do alto de compromiso. Se la ha llamado también relación cen­tral (Cooper) en oposición a las relaciones periféricas, laterales o secundarias cuyo grado de compromiso es menor que el que existe con la relación principal. Nótese que alguien puede man­tener relaciones centrales con más de una persona a la vez, así como cada una de éstas podría tener varias relaciones periféricas al mismo tiempo. Todos podemos ser centro y periferia.

SWINGERS


Minoría que disfruta de relaciones sexuales ocasionales en­tre amigos, conocidos y desconocidos. El rótulo tiene su origen en la clase media norteamericana de los años 1940, acaso ex­traído de un juego de intercambio de cónyuges entre marines en bases del Pacífico Sur. Su origen social y cultural condicionó el desarrollo de esta práctica de carácter orgiástico limitado. Suele ser iniciada por parejas heterosexuales que promueven encuentros eróticos colectivos en bares, discotecas y casas par­ticulares, o bien se conocen mediante avisos personales o en eventos programados por redes sociales. Algunas sólo tienen relaciones con otras parejas, otras forman tríos, aun otras invi­tan a un cuarto hombre para la mujer, o a una cuarta mujer para el varón, etc. Por lo general, desalientan el contacto sexual entre varones y toleran o estimulan una bisexualidad controla­da entre mujeres. También hay parejas gays que disfrutan asis­tiendo a bares, discotecas, baños o cines para tener relaciones con desconocidos, pero la etiqueta de swinger quedó sobre todo asociada con una práctica de base heterosexual. Dado que el encuentro erótico tiene un carácter recreativo e intermitente, el discurso anarquista del amor libre, con todas sus connotacio­nes de compromiso, afectividad y contención en el tiempo, puede encontrarse como retórica con escasa o limitada influen­cia dentro de estos grupos.

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