Para mí, en el dominio del amor no deben establecerse reglas generales, ni una fórmula única para todos válida.
Lo mismo que en carácter no somos todos iguales, así también en temperamento sexual no son todas las personas del mismo modo.
Lo que para unos puede constituir un vicio, una depravación, para otros puede resultar una cosa completamente natural y normal.
Yo creo que en la Naturaleza no hay nada sistemático ni rutinario. Reglas generales hay pocas. Lo que abunda son principios particulares. Puede decirse que cada unidad viviente se
rije por una ley especial. Esto es lo que constituye el rasgo singular que da personalidad peculiar al individuo.
La individualidad no es privativa de esta o de aquella manifestación biológica del individuo, sino que se proyecta en todos los dominios de la personalidad de éste.
Lo mismo que en cada persona hay una personalidad física, y una personalidad sentimental, y una personalidad intelectual, hay también una personalidad sexual. En amor no somos todos iguales. Como no lo somos en inteligencia, en sentimientos, en carácter, etc.
Hay mujeres poliándricas, hombres monógamos, mujeres que se bastan con un solo amor y hombres que precisan varias mujeres.
Al lado de éstos están las mujeres y los hombres que no precisan el amor, viviendo muy bien sin mantener relación sexual de ningún género.
Ante este variado panorama erótico, ¿cuál será el proceder natural y lógico en materia de relaciones sexuales, para todos los humanos?
¿Será la monogamia indisoluble? ¿Será la abstinencia sexual? ¿Será la pluralidad erótica?
Una fórmula de amor única para todo el mundo, es un desatino, y no tiene nada de
naturista.
Lo natural, creo yo, es que cada cual tome el camino que más de acuerdo esté con su peculiar manera de ser.
El que se sienta monógamo, que lo sea. La mujer que precise tres maridos, que los tenga.
Y la que no quiera casarse, que no se case.
Esto es lo natural. Lo que no tiene nada de naturista es observar toda la vida abstinencia sin haber nacido para vivir apartado — o apartada — del amor.
Imponer la monogamia a quien no desea el amor, es tan antinaturista como reprimir sus deseos eróticos quien siente necesidad de amar.
La represión sexual en la persona que no siente la abstinencia, es una violencia tan repulsiva
como la de limitar a un solo amor la experiencia erótica del individuo con temperamento
sexual pluralista.
Cortar en el dominio amoroso un patrón único para todas las personas, es un proceder ilógico, anticientífico, irracional, que no tiene nada de naturista.
Cuando en los aspectos físico, intelectual y moral no hay dos personas iguales, se nos quiere hacer pasar como pauta naturista la imposición a todo el mundo de una fórmula de realización sexual común y exclusiva a todos los humanos.
Cuando en los demás dominios no hay una persona igual a otra, ¿cómo es posible que
todas sean iguales en el dominio de la sexualidad?
Esto es absurdo. Por eso estimo que el criterio naturista en materia sexual es la aceptación
de una libertad amplia en la que quepan tantas manifestaciones de la sexualidad como caracteres amorosos puedan darse en las unidades humanas.
Nada más. Sólo esperamos que se nos quiera comprender.
*Extraido de La Revista Blanca. No. 386. Barcelona, 30 de Junio de 1936. Pg. 54